Llegar hasta la cabaña en la que
pasaríamos los primeros días del año 2012 fue un viaje privado de vistas y
paisajes, desde el avión por las espesas nubes que cubren esta ondulada tierra
volcánica, desde el aeropuerto por la espesa niebla que siempre recorre sus
llanuras, desde el bus por la profunda noche que cae antes de que sean las
cinco y desde el coche por la inexistente iluminación de la única carretera de
un carril y doble sentido que nos llevaría por fin a nuestro primer destino, 140km
al oeste de Edimburg. Aquí la visibilidad se redujo a uno o dos metros máximo
rematando la sensación de completa incertidumbre y desorientación que a fuerza
de preguntas pudimos mitigar. Estábamos a 20mts del mar aunque el viento constante
no nos dejaba escucharlo, la orilla salvaje
de piedras ofrece mejillones, ostras y algas, además de una vista difusa de la
orilla de enfrente y su desembocadura a mar abierto. Estamos al pie de una
colina de verdes húmedos y diversos rojos tierra, el camino de sus pastizales
son el rastro de los ciervos que bajan hasta la orilla a comerse las algas
ignorando las delicias que yacen a su alrededor, para ello cruzan “nuestro
jardín trasero” que, espolvoreado de montículos de tierra que tapan la entrada
a sus laberínticas madrigueras, es el hogar de unos cuantos topos. La cabaña de
madera está rodeada por hierba muerta acumulada y algunos árboles desnudos en los que
colgamos comederos de pájaros para que nos visiten pequeñuelos de pecho
amarillo y cabeza cebreada.
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Cabaña y colina de los ciervos |
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Orilla donde recolectamos mejillones |
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Desde la cabaña |
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Paseo por el patio de los topos |
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El teléfono del pueblo que no es pueblo |
La cena de bienvenida en compañía de
unos amigos franceses, una pareja de polacos y una chilena no tardó en ser
divertida por la riqueza multilingüe y la lógica diversidad cultural, aunque no
tardamos en definir al inglés como idioma oficial para comunicarnos. Comimos
filetes de buey, tomamos cerveza local y brindamos con chupitos de un vodka
polaco digestivo según el invitante. La mañana siguiente dos parejas locales
extremadamente hospitalarios nos invitan a su casa-granja y nos brindan el
primer desayuno tipo comida y casi cena, a base de una gran variedad de quesos,
embutidos, huevos, salchichas, pescados y más, casi todo elaborado por ellos o
por algún vecino de este pueblo que no es pueblo, en realidad todo lo que hay
sobre estas tierras son propiedad de un “Lord”. La piscifactoría, los establos
de enormes vacas “Highland” con sus grelos colgantes, flequillos y pendientes,
los montes con sus cabras y ovejas, las granjas y hasta las casas, todo hasta
llegar al pueblo más cercano, Lochgilphead, aquí se encuentra el único
supermercado de los alrededores, y nos cuentan que suelen quedarse sin
existencias de todo menos de whisky y cervezas, productos que de faltar podrían
generar un levantamiento popular. Entrada
la noche festejamos el fin de año con el resto del pueblo al lado del establo
de vacas “Highland”, a las que observamos con el mismo asombro que los oriundos
a nosotros mientras bailábamos sus danzas típicas entre ellos. Aquí cada
canción es como un juego interminable en el que todos los que están en la pista
se mezclan en frenéticos saltitos, enganches, desenganches y cambios de pareja.
Cuando un abuelete entrado en copas se engancha a una pequeña niña de lazos y
la despide a toda velocidad hacia su próxima pareja, posiblemente alguna
veterana entusiasmada, se hace evidente la complicidad que aquí existe entre
todas las edades y los géneros, donde todos juntos la pasan en grande con sus
fascinantes costumbres. Llegó el solo de gaita, lindo sí, pero interminable
como sus agotadores bailes, la cuenta regresiva, los besos para todo el pueblo
y los fuegos artificiales, en realidad un par de cañitas locas, pero todo un
espectáculo en este cachito de tierra. La mañana siguiente nos invita a salir
de paseo por la colina, la costa donde alguna foca posa en la piedra más incómoda
y su playita donde recolectamos mejillones para la comida. Como para entonces
el viento helado e incansable nos estaba rajando la piel, fuimos en coche hasta
el otro lado de la bahía donde entramos a una cueva de ofrendas cristianas y
alguna que otra “macumba”. Al salir el sol nos preparó una hermosa vista al mar
abierto normalmente oculto tras la niebla marina. El resto del día, aunque
fuese de noche ya desde temprano, lo pasamos en la cabaña jugando, comiendo y
viendo pelis, normal que con este clima el cable gratuito sea de 900 canales.
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El pastor y su familia nos reciben de lujo |
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Vacas Highland |
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Agua tibia |
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Llevando los mejillones a casa |
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Entrada a la cueva |
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Macumba |
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Costa volcánica |
Abandonamos la cabaña bien temprano bajo
una nevada que horas más tarde nos hubiera bloqueado la salida hacia Glasgow,
la formación de hielo en estas pequeñas carreteras que limitan con la caída a
las orillas de lagos y montañas nevadas es cotidiana y sin cadenas disponibles un
suicidio. Dejamos a Caroline en el aeropuerto y seguimos hacia Edimburgo,
check-in de hotel y comida de despedida a Phillipe con vistas al corazón de la
ciudad, donde en estas fechas pos-navideñas aún brillan los adornos y las
atracciones de una feria entre esculturas y monumentos como catedrales delgaduchas
repletas de detalles. Aquí el tránsito se regula por la izquierda y es fácil
caer en la confusión de dónde mirar para cruzar, en muchas esquinas hay que
pulsar un botón para que se active el verde al peatón, cuyos semáforos son
enormes por lo que las personitas rojas y verdes en su interior dan un poco de
impresión. En ocasiones todo el mundo, coches y peatones se quedan inmóviles en
un cruce en el que, solo las fuertes ráfagas de viento dan fe de que no se ha
detenido el tiempo. Este fuerte viento normal se convirtió técnicamente en “huracán”
a la mañana siguiente superando los 90miles por hora, derribando semáforos y
volcando bancos. Esto no intimida a los locales que van “tan panchos” con
camperas desabrochadas, pantalones cortos o en camisa sin más. Decidimos muy
acertadamente pasar la mañana y parte de la tarde en el “Museo Nacional de
Escocia”. El camino fue una lucha, entre los dos teníamos el carrito que quería
despegar, pasando cruces eternos y de frente a corrientes directas de vientos
alocados, mirando a ambos lados constantemente y alejándonos de los
tambaleantes buses de dos pisos por si las dudas. A todo esto y como cada vez
que tocaba caminata frente al clima, Zoé hiberno plácidamente hasta que
encontramos un museo ejemplar, por su arquitectura con sus altas plantas cuyos
ascensores van del 1 al 3 al 5 y su galería central balconada perfectamente
insonorizada, por el orden y contenido de sus secciones y por las actividades
didácticas e interactivas para grandes y chicos como su teatro medieval
totalmente automatizado a partir de palancas y engranajes como si de un reloj
se tratase.
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Vista desde el hotel |
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Paseo por princes street |
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St Giles |
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Semáforos caídos |
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Calefactores en cada columna |
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Teatro medieval automatizado |
Edimburgo es historia y actualidad en
armónica simbiosis, sus siempre ondulantes calles de piedra, sus balcones naturales
con vistas cautivantes, salpicadas de catedrales, palacios, castillos y
monumentos donde el verdín añejo es parte de la piedra, mimetizados con museos
y galerías de arquitectura clásica de plantas altas y espacios diáfanos, de
grandes ventanales decorados y puertas macizas y pesadas que ni en los centros
comerciales son automatizadas. A su vez coexisten con otra arquitectura
híper-moderna de formas irregulares y curvas extravagantes, siempre adornada
con espacios verdes y paseos aireados que impiden la típica sensación de agobio
en capitales importantes. Las parcelas para tiendas y locales son enormes como
norma y generalmente no disponen del sistema de tuberías que mezcla agua fría y
caliente para un resultado tibio, por eso es común encontrarse dieciséis
canillas seguidas en el baño de un restaurante, el truco de combinar el agua
caliente y fría en las manos requiere de cierta práctica. Es ineludible la
exploración de la mítica “Royal Mile” que como su nombre lo indica, es la calle
por la cual transitaba la realeza, y aún lo hace en sus visitas, desde su
palacio a su castillo en ambos extremos de la misma. Esta calle de piedra es la
única entrada al balcón principal de la ciudad, el imponente castillo de
Edimburgo desde el cual se tienen 360º de horizonte a disposición. Desde sus
puertas comienza el descenso por esta calle plagada de siniestras historias de
asesinos seriales y extrañas apariciones que forman parte de su cultura popular,
como lo son las centenarias whiskerías que comparten vereda con vulgares tiendas
de suvenires. Una visita obligada es la “St Giles Cathedral” que en su interior
alberga un impresionante órgano antiguo que supera los 10mts de altura y una
exquisita capilla aislada, donde los “lords” y compañía solían reunirse y
reírse de sus pecados. Continuando la pendiente y pasando una zona de bares
típicos a los que no se puede entrar con niños, como pasa en el resto de la
ciudad, se encuentra un museo de cera que pone de manifiesto las terribles
condiciones de vida en la antigüedad escocesa, los encarcelamientos y la
esclavitud del pueblo ante la indiferencia de la realeza, que construyó el
exageradísimo “Palace of Holyrood” como broche de oro de esta “calle real” al
pie de las soberbias “Salisbury Crags”, una formación montañosa tan bonita como
sorprendente por su ubicación “capitalina”, la cual es rodeada por un paseo
llamado “The Queen´s Drive”, lógicamente diseñado para el placer de la realeza
Británica en sus visitas a Edimburgo. Un “bagpiper” con “Kilt” (la pollera
escocesa) y uniforme tradicional, toca en el jardín colindante sin reparo
alguno enfrentando un viento despiadado que hace viajar su música a lo lejos, llegamos
a un lago encantador, con más de cien cisnes y sus crías, con patos, garzas y
algunos pájaros negro azabache desde las patas al pico. Mientras jugueteo con
los cisnes curiosos, un hombre arroja comida en la orilla y el frenesí se
apodera de la muchedumbre, se forma ahí mismo una terrible revuelta de aves
mientras la gaita ambienta el momento irrepetible. El frío nos obliga a buscar
refugio y nos metemos en “Our Dynamic Earth”, una atracción en la que estuvimos
horas aprendiendo de manera interactiva sobre la composición del planeta, los
volcanes, los glaciares y la vida misma, además de entrar en un simulador de 4D
y terminar viendo un excelente documental de astronautas en el “Domo”, una
descomunal pantalla esférica que cubre toda la sala, nos dejó encantados,
además de un principio de tortícolis. Un par de intentos fallidos para tomar
unas cañas en alguna whiskería bastaron para que optemos por lo fácil, al bar
del hotel a tomar cerveza negra tirada, unas buenas risas y a descansar.
Por fin llegó el momento de entrar en
estos taxis tan peculiares, altos y espaciosos, como todo lo demás por acá. Zoe
dormía plácidamente en el carrito y para nuestra alegría, entró y salió de la
misma manera, y aún sobraba espacio para otra pareja con otro carrito sin
plegar y sus maletas. Ya en el bus hacia Glasgow empezamos a escuchar una vos
de locutor, grave y profunda recitando en un inglés de acento musulmán, y fue
gracioso hasta que le espiamos, era efectivamente un musulmán barbudo y cuarentón,
se movía bastante alterado y no paraba de recitar en vos alta de manera
sospechosa, era imposible no analizar la posibilidad terrorista, hasta que me
di cuenta de que el tipo recitaba los carteles de publicidad de la forma más
macabra que uno pueda imaginar. El único día en Glasgow lo paseamos sin poder
salir de calles céntricas repletas de grandes tiendas, centros comerciales,
restaurantes y hoteles que tienen conquistada gran parte de la ciudad. Aquí también
intentamos tomar cañas y nos rechazaron de la misma manera hasta que una
recomendación nos llevo hasta un característico restaurante “Butterfly and Pig”,
donde nos atendió el camarero con mas estilo del planeta tierra, un italiano
gay con porte elegante, con un andar danzarín y hablar pausado, relajado y
atento disfrutaba de cada instante de la relación con el cliente. Siguiendo su
consejo probé un plato típico escocés llamado “Huggies” que consiste en picar,
mezclar y sazonar todos los órganos de la oveja y servirlos con puré de
zanahoria, excelente elección. Glasgow es moderna, también muy espaciosa en su
urbanismo y sus locales pero sin el encanto histórico y las vistas impregnadas
de espacios verdes. En vez de eso tiene un río pálido plagado de puentes poco
vistosos y demasiadas calles céntricas abarrotadas de tiendas, parece una
ciudad destinada al consumo permanente de cosas y no de experiencias como lo fue
Edimburgo, una capital imperdible para el viajero que disfrute de la historia,
la cultura y la naturaleza, de los grandes centros comerciales y las
atracciones didácticas, pero sobre todo para aquel que no le tenga rechazo al
viento y al frío que serán una constante ineludible en su paso por el Reino
Unido por los cielos grises.
Aquí algunas fotos espectaculares de los lugares descritos pero con sol, un fenómeno que solo ocurre entre 10 y 15 días al año.
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Vaca Highland |
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La laguna donde jugamos con cisnes mientras sonaba la gaita |
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St. Giles |
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Royal mile |
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Castillo de Edimburgo |
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Our Dynamic Earth a los pies de Salisbury Crags |
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Salisbury Crags |
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Palace of Holyrood |
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Edimburgo desde Calton Hill (Frente al hotel) |