20 feb 2012

2010, Essaouira, Marrakesh, MARRUECOS

            Al bajar del avión la tierra africana nos recibió con 45 “sopapos” en forma de grados centígrados, la sombra donde esperábamos nuestro “grandtaxi” era parte del mismo horno. Desde aquí observé que los hombres caminan de la mano o abrazados y se saludan con dos besos en cada mejilla mientras se sujetan los hombros, las mujeres caminan detrás y sus saludos son un trámite menos relevante. Llego nuestro transporte y arriba todo el mundo, Caro la buena, Caro la mala, Phil el andaluz, Paul el escorpión, Ilse la Camarógrafa, Suni la cumpleañera, Zoe la estrella y yo (me reservo descripciones propias) En el camino conocimos y recorrimos una cooperativa de mujeres donde comercializan aceite de Argán e infinidad de productos relacionados y contemplamos un atardecer anaranjado a merced de un constante soplido que hacia bajar la intensidad de los “sopapos” a medida que nos acercábamos a la costa de Essaouira. Los alojamientos típicos dentro de “la Medina” son Ryads, casas de varios pisos convertidas en mini hoteles de atención personalizada, dispones de tés y galletas siempre que quieras y reservamos una cena a base de Tajines y otros aperitivos endémicos para festejar los cuarenta de la agasajada. 

Cooperativa de mujeres a pie de carretera

Camino a Essaouira
Atardecer Africano
Ryad en Essaouira
Ryad en Essaouira
Cena de agasajo a la cumpleañera
           También comimos en el mercado del pescado donde cantidades de marisco, una lubina enorme y 3 langostas que antes vimos caminar, nos costaron monedas después de haber regateado como es debido. “La medina” es la ciudad antigua y por tanto el lugar más representativo de su cultura, dentro de sus murallas las puertas y ventanas son de colores vivos pero gastados, hay 3 o 4 calles centrales que la cruzan de lado a lado e infinitas callejuelas laberínticas pululantes de puestitos abarrotados de las  mercaderías más diversas. A donde mires habrá personajes fotografiables o una piña de niños corriendo detrás de una pelota de trapo, el mercado es un aparente caos en el que los lugareños se desarrollan perfectamente, el turista debe acoplarse a sus rituales si no quiere ser hostil, además de pagar multiplicando por cinco o por diez, el regateo es de buena educación en estas tierras. Sus pirámides de especies coloridas estarán en los álbumes de todo visitante, sus pintorescas plazas donde los músicos autóctonos de túnicas y turbantes blancos repiten monótonas melodías, son el espacio perfecto para comer y comprar souvenirs al mismo tiempo. Así compré la flauta que un místico viejete tocaba ágilmente, al final no fue más que un trozo de bambú con agujeros al que pude sacarle un par de notas similares a pedos. 

                                         Medina Essaouira   

 
Pirámides de especies

 
Músicos en la plaza
           La medina bordea una costa rocosa que se comunica con un pequeño puerto repleto de barquitos azules de madera, en la playa contigua las mujeres hacen tatuajes de “Henna”, los hombres juegan al futbol y los niños remontan barriletes. La recorrimos en camellos en excursión hasta el "castillo de Jimy Hendrix", lo de castillo es una forma de hacer más interesante la vista de lo que fue su humilde casa. Al alejarnos de la gente y fundirnos con el horizonte, la luz blanquecina junto a la arenisca que revolotea arremolinada logran el efecto visual desértico, diáfano e interminable adornado con dunas lejanas. La prohibición del alcohol por la religión musulmana deriva en que no sea fácil ni barato tomarse unas cervezas, por lo que después de la travesía que a cada uno nos dejó diferentes partes del cuerpo color gamba, nos metimos en un bar para turistas a degustar las cervezas más deseadas. 
 
Saliendo de la medina

Barquitos pesqueros
Puerto de Essaouira



Cervecita fresca después del paseo
         Es de vital importancia preguntar de antemano si el transporte a utilizar dispone de aire acondicionado, el “Grandtaxi” que nos llevó hasta Marrakesh lo tenía roto y con solo un litro de agua para siete personas y Zoé, eso fue un sauna improvisado. En la medina nos esperaba cual oasis, la piscina del encantador Ryad en el que nos hospedamos, pocos segundos bastaron para que los ocho chapoteáramos como niños, mas tarde nos acomodaríamos en nuestras habitaciones tematizadas y disfrutaríamos del "Hamman" (un sauna húmedo en el que, al final, una chica entra y te moja, te recorre con una esponja, te aceita y luego de retira las pieles muertas de todo el cuerpo con un “guante de loofa”) Esto nos quitó el bronceado estilo gamba o “Palito de la selva” que traíamos de Essaouira y nos cargó las pilas para salir a recorrer la capital marroquí. 

Sauna en movimiento
Ryad en Marrakesh

Después del Hamman

           Un grupo de evidentes turistas es lo que esperan algunos niños en la calle, se acercan amablemente para indicarte el camino al destino que estés buscando, a ti te agrada su amabilidad y hablas con él, entonces se acercan más niños y comienza “el garroneo”, recibiste su ayuda y estás moralmente obligado a colaborar, pero sin olvidar nunca el regateo que hasta ellos consideran necesario. Es la misma historia para comprar lo que sea, comer, tomar un taxi, pagar un Ryad etc. etc. Puede ser divertido unos días pero a veces uno quiere ir a comprar un chicle, saber lo que vale y pagarlo sin más trámites necesarios, como pasa con los benditos puestos de zumo de naranja, su presencia en esta ciudad es un alivio para el permanente tire y afloje que se vive aquí, ahí están inmaculados, perfectamente iluminados en el centro de la plaza “Djemma el Fna” con sus enormes carteles indicando el precio, toda una rareza que a uno le incita a seguir tomando y tomando jugos frescos por algunos céntimos de euro. Esta plaza es el centro neurálgico de la ciudad, todo turista camino hacia o desde aquí, donde se encuentran por decantación, los más entrenados sabuesos del euro. Quizás en otra época era como en las pelis, un hombre pacífico y misterioso con túnica y turbante toca una melodía arabesca con su flauta y una esplendida cobra real sale de un canasto danzando hipnotizada. Ahora es una tropa de “malandras” que se te abalanzan cuando estuviste lo bastante cerca, de repente tienes una serpiente en el cuello y algo en la cabeza, pedís por favor que sea un gorro mientras uno sopla la flauta pero no le saca melodía alguna, otro le tira una patada a la cobra que de encantada no tiene nada y apenas reacciona, otro te baila y te ríe mientras agita la palmereta como el bufón que atrae más gente a la vez que te distrae del nefasto espectáculo y otros capturan a los fotógrafos para sacarles la pasta de inmediato, antes de que te des cuenta tenés un par de cobradores encima, a mi me pedían 20€ como te los piden en las favelas, al final les di 20drh (2€) porque le estaban metiendo mano a la cámara de fotos de nuestra fotógrafa oficial. Al caer la noche los puestos de comidas se despliegan en humeantes pasillos de intensos aromas. Cada puesto tiene su propio escuadrón de camareros o “artistas del camelar”, al pasar te saludan sonrientes, te hacen alabanzas y te aplauden todos juntos, mientras que el más efusivos te invita a sentarte con gran agilidad. El grupo estaba hambriento y fuimos una presa muy fácil que no quería contemplar muchas opciones, nos convenció el 1º puesto donde vimos espacio y una variedad de parrilladas a la vista. La comida va y viene con rapidez y al final te dan un papelito “borrador” escrito en árabe con un total en euros, se regatea por costumbre y te vas sin saludos, ni aplausos, ni atención alguna, el olor del euro es muy fuerte para el que vive del turismo. Desde las terrazas elevadas que delimitan la histórica plaza se observa una espectacular panorámica, su núcleo diseminado de pasillos improvisados parece estar en llamas por las enormes cortinas de humo que desprenden. Aquí degustamos helados de sabores desconocidos, como la mayoría de las cosas que se encuentran en este país que encanta al viajero por su particular estilo de vida, donde las motos te frenan en los tobillos, los “bultos” que trasladan te peinan el flequillo, los mantras que recitan zumban en tus oídos, los hombres van de la mano, las mujeres se ocultan bajo sus “burkas” y los niños trabajan de mendigos.

                               


Secuestradores de serpientes

Puestos de comida en la plaza
Puestos de zumos en la plaza
Plaza Djemma el Fna






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