29 feb 2012

2011, ARGENTINA


Cuando llegas a Argentina después de tres años de ausencia algunas cosas pueden resultar extrañas, como que una empresa como “Tienda León” no disponga de una pantalla o al menos un pizarrón para escribir con tiza los horarios de salidas, en vez de eso funcionan con el boca a boca y la destreza del mismísimo chofer, que a la hora señalada por el “ventanillero”, pasa a buscar a los pasajeros aleatoriamente entre la muchedumbre normal de un gran aeropuerto y los guía en fila india hasta el minibús. Llegamos a “Mardel” destrozados por 30hs de viaje y ahí estaban los renovados abuelitos, él con 10cm nuevos de cintura y ella con su pelo negro semanalmente atendido. Entre alborotos entendibles por el reencuentro arrancamos para casa, disfrutamos mostrándole a Su las inclemencias del tráfico y del estado “lunar” de nuestras calles. Acá el peatón no es prioridad ni si quiera en el paso de peatones, acá los carriles solo se pintan en las avenidas aunque siguen siendo optativos, el zigzagueando entre ellos es el deporte favorito del conductor argentino y entre estos la prioridad la obtiene el que pone más la trompa o en su defecto, el que tiene el asiento más alto sobre el nivel del pavimento. A uno le emociona acercarse al barrio residencial, donde cada casa, singular a su manera, dispone de veredas anchas y diversos árboles, plantas y flores, tan distinto a las urbes europeas plagadas de edificios y urbanizaciones repetitivas, donde todo es comercio, edificio y palmera. De entrada picadita, el viejo se deleitó en expresiones de placer mientras degustaba el arsenal de embutidos de contrabando que entramos al país, en total más de 5kg de “chicha” pro española que pasaron sin problema los controles. Dejamos a la beba dormida y nos fuimos a la boda del “chamu”, Suni tuvo así su primer cena argentina, como no podía ser de otra manera fue a base de asado, matambre y cordero. Nos disponíamos a una rápida digestión para empezar la fiesta propiamente dicha cuando sonó la llamada del ultimátum. Zoé se había despertado en un lugar desconocido y no tenía intención de amainar su llanto, en quince minutos estábamos en casa pero los encontramos rendidos y roncando con los dibujitos animados. El “Jetlag” más la comilona y el champagne de bienvenida nos dejó atontados mas de 48hs, y para rematar la vuelta a mi tierra, lo empalmé con una infección del dedo chiquito del pie (similar a una frutillita machucada por entonces) y después con una reacción alérgica hasta ahora misteriosa que me dejó los dedos hinchados y cubiertos de pequeñas ampollas que le daban a mis manos un aspecto caricaturesco.



                 Más importante que mi reencuentro con familia y amigos fue el encuentro de todos ellos con Suni y Zoé, compartimos tarde y mesa dulce en el ya mítico pasillo 2 del balneario 22 de punta mogotes, hicimos pocitos y precarios castillos de arena con Zoé en sus extensas orillas llanas y chapoteamos en las frías aguas atlánticas para luego dormitar al mejor estilo lagarto. Paseamos por el barrio, recorrimos la ciudad y la renovada costa marplatense con las explicaciones e historias del abuelo, en un día nublado nos caminamos las playas del sur vacías mientras los surfistas corrían al mar, visitamos la laguna y la sierra de los padres, el nuevo zoológico, el bosque peralta ramos y el country de Rumencó. Zoé disfrutó de la versión original del “chingui chingui”, de su primer hidromasaje con burbujas y de su primer, segundo y tercer asadito. Suni vio con asombro la sobrepoblación de nuestras playas, la omnipresencia del dulce de leche en mi tierra y el exceso del mismo sobre los wafles. Todos juntos caminamos hasta el faro bordeando los lobos marinos y contemplamos desde la punta de la escollera la postal iluminada de mar del plata, una ciudad amigable y sencilla, cuya mayor oferta es el calor de una gente que siempre estará en mi corazón. Desde acá prometo una mayor dedicación a mis amigos para la próxima.

Punta Mogotes

Playas del Sur

Laguna de los Padres
Sierra de los Padres




                La etapa marplatense llegaba a su fin y nos fuimos de fin de semana familiar a Mar chiquita con los tíos, primos y sobrinos, a los cuales agradezco su interés y hospitalidad para con nosotros. Tienen una hermosa cabaña de madera a pocos metros de una extensa playa salpicada de médanos, huyendo de sus tábanos hambrientos llegamos a jardines deshabitados ocultos por altos pastizales, paseamos en bici por sus calles de arena y probamos sus aguas, nos deleitamos con la bravura del oleaje que otro día rebasaba con poderío la humilde escollera e inundaba sus playitas, mientras los windsurfistas aprovechaban la potencia del viento oceánico que los impulsaba a enormes velocidades. Paseamos en camioneta por Villa Gessel, Mar de las Pampas y Cariló, que destaca como pueblo pintoresco por su visible diseño sostenible, respetuoso con la naturaleza y en perfecta armonía con el bosque tupido de altísimos árboles que lo rodea y lo recorre.






Cariló
                 Llegó la inevitable despedida y un largo pero confortable viaje en bus hasta la Patagonia, Villa La Angostura, donde mi hermano Facu con Marce, Aure y Jero nos esperaban en su complejo de cabañas, situada en uno de los lugares más bellos que un viajero naturista pueda conocer. Aquí la cantidad y calidad de excursiones es desbordante y para organizar nuestra apretada agenda montañística, nos guiamos plenamente por los experimentados concejos de Facu “el meteorólogo” y Marce. El primer día alquilamos un coche para hacer parte de la “Ruta de los 7 lagos”, bordeamos el “Lago Correntoso”, donde paramos para perseguir ovejas y jugar con una familia de patos y admiramos el arcoíris más cercano que he visto en mi vida. Seguimos hacia Villa Trafull, surcando una zigzagueante carretera de piedra atravesando arroyos, probamos sus aguas heladas e hicimos un picnic enmarcado con montañas de picos nevados, lagos calmos y jardines frondosos. Recorrimos la Villa y ascendimos a pie hasta la cascada "Coa Co", donde avistamos y escuchamos al endémico “Huet Huet” que canta igual que se llama. Volvimos a las cabañas recorriendo “El Valle Encantado”, donde las rocas y picos montañosos de un paisaje semiárido, han jugado a las formas durante cientos de miles de años.

Patos amigos en el Lago Correntoso
Corriendo cabras
Picnic Camino a Villa Trafull
Mirador de Villa trafull
Villa Trafull desde cascada Coa Co
Cascada Coa Co
Huet Huet
Valle Encantado
           La mañana siguiente nos fuimos al Bosque y parque natural de Arrayanes, al cual accedimos en ferry. Originalmente los arrayanes son pequeños arbustos, pero solo en este lugar del mundo han evolucionado en majestuosos árboles que superan los 25mts, reflejando desde lejos su característico color anaranjado, de finísima y húmeda corteza como el papel, en la que algunos ignorantes se han atrevido a marcar con leyendas de amores pasajeros. Aquí comienza una caminata lineal de seis horas, pasando por lagunas internas y descomunales árboles derribados por la estúpida misión de allanar un camino demasiado ancho para el senderista, que hacia el final del recorrido comienza a bordear la península, revelando su angosta entrada (que le dio nombre a este mágico lugar) y las magistrales vistas al legendario Nahuel Huapi.

Ferry al Bosque de Arrayanes

Parque Nacional de Arrayanes
Árbol caído en el camino

Vista al Nahuel Huapi
P.N de Arrayanes y Nahuel Huapi
  Nuestra próxima aventura la encaramos solos, dejando a Zoe con sus tíos y primitos que nos llevaron en “La Bimbo” hasta donde se termina el camino a motor. Esta expedición nos llevo por la ladera del “Filo Velvedere” por un pequeño sendero repleto de obstáculos hasta que comenzó a internarse, en este punto el sendero desaparece y uno va persiguiendo pequeñas marquitas rojas que han dejado los expertos para llegar a destino, entre fango profundo, abruptas bajadas y pequeñas escaladas uno debe abrirse paso durante un par de horas. El sendero reaparece a la vez que se escucha a lo lejos la “Cascada Inacayal”, llegar y contemplar el cautivante entorno desde la misma cascada, fue uno de esos momentos que detiene el tiempo. Después me aventuré, esta vez yo solo, cascada arriba entre las rocas y la corriente, escalando tres pequeños saltos bajo su corriente y sintiéndome el explorador de un nuevo mundo. Emprendimos la bajada y nos perdimos, después creímos haber encontrado el camino pero seguíamos perdidos, nos cruzamos con unos tipos que nos indicaron otra salida, “la nuestra” ya estaba lejos, en este camino tuvimos que entrar y cruzar una propiedad privada con una casita acristalada, una laguna desviada artificialmente y algunos caballos en excelente estado entre otros lujos. Unas horas más tarde llegamos al pueblo exhaustos pero satisfechos, para compartir como cada día la cena con la familia, momento en el que nos contamos nuestras vivencias y planeamos la siguiente excursión.

Filo Velvedere
Cascada Inacayal
Al borde de la cascada
Cascada arriba
Galope de bajada
Paso en falso
Propiedad privada 
                 El último día lo pasamos todos juntos en “La aguada del burro”, un lugar que solo conocen los locales, ya que está oculto a 20min. de caminata tras la arboleda lateral de una carretera en un punto cualquiera. Esto lo convierte en una playita casi virgen con orilla al “lago espejo”, que hace fiel honor a su nombre por sus aguas cristalinas en las que se duplica a la perfección el horizonte y en las que habitan truchas arcoíris, una de las cuales tuve el honor o más bien el “o..ete” de pescar. Acto seguido fuego, parrilla y a saborear sobre la arena volcánica acompañado de mi familia en un marco incomparable, al que no tardaron en sumarse las avispas dispuestas a sumarse al festín. Los niños juegan en los pastizales que nacen en la orilla, la beba entra y sale del agua en evidente armonía, una pequeña y tupida cascada apenas avisa de su presencia ante el cautivante silencio que llena el ambiente de paz y tranquilidad. Momentos como este y como aquel en el que compartimos un pequeño bote de goma con mi hermano, se elevan sobre esa categoría para ser experiencias de vida que te acompañaran para siempre. En estas circunstancias tan relajantes es fácil perder la noción del tiempo, levantamos campamento a las prisas, caminata a paso ligero hasta “la Bimbo” y llegamos a la estación de buses justo a tiempo para embarcarnos en otra larga jornada de autobús, esta vez hasta bs.as. una escala mucho menos motivadora para mí, pero evidentemente necesaria para Suni.

Lago espejo desde La aguada del Burro
Listos para pescar
Suerte de principieante
La familia ya se conoce
Frente a la cascadita
 

Lago espejo
         Durante nuestra corta estancia visitamos El tigre que podría ser más bien El Termitero, San Telmo y sus ferias, Caballito y La Boca donde escuchamos tango entre las antiguas casas de pescadores, pintadas con los sobrantes de las coloridas pinturas para barcos, lo que es hoy la típica postal del barrio y la capital. Además de Plaza Francia, Plaza Serrano y otros alrededores, siempre con la grata compañía de mi querida primita Silvana y su novio a quienes les agradecemos su disponibilidad e intención de compartir tiempo con nosotros. Y así llego la hora de volver, con nostalgia pero satisfechos, conscientes de que ésta fue la primera de muchas vueltas, les decimos ¡Hasta la próxima Argentina!

El sin cabeza diez pesitos !!
 


               

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