Avistamos nuestra maleta en la cinta transportadora, viene uno, la
carga en su carro y se dispone a salir con ella. A todo esto yo ya había
soltado la mochila, el carro, la beba y había dado la vuelta a la cinta de una
corrida que me dejó agarrándole el brazo antes de que me diera cuenta. ”…que es
que tu feee!!! messiieeeee!! sse ma baliii, se a mua!!” De entrada nomás ya
estaba aplicando mi mejor francés con acento de italiano cabreado. El otro retruca
en seguida: “…Se a mua, se a mua, she la cle… (dice que es suya y que tiene la
llave) Se lo ve muy convencido mientras me muestra las llavecitas, lo libero de
mala gana y dejo la valija en el suelo confirmando que es la nuestra, pero este
muestra el precinto correspondiente a esos números y letras, un momento de
confusión nos aborda hasta que llega Suni diciendo: “claro que coincide si es
el código del vuelo, no de la valija, pero que es la nuestra y punto.” Sin
más vueltas cerramos valija, cargamos y salimos ante la atenta mirada de
algunos curiosos. Nos alojó Carolina, parisina de pura cepa, amante de su
ciudad y profesora de español. Su piso era un quinto sin ascensor, como en casa
para no perder la costumbre. Veníamos armados desde alicante con dos buenos
tacos de jamón, chorizos y si señores, un pollo alicantí listo para comer con
jugo y todo, bien envuelto y perfumando la maleta. Imagináte la cara del ”messié”
aquel si se la llevaba, se ponía las botas en la cena el “zortúo”.
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Pont Neuf, Río Senna |
Un domingo soleado en Paris no es poca cosa, la caminata de
bienvenida estaba servida. Estamos en la avenida principal de un barrio árabe-judío
en el que, según me dicen, conviven en perfecta armonía, revelando al verdadero
observador lo parecidas que son estas sociedades realmente. Llegamos al “Río Sena”
cruzándonos rabinos de todos los rangos (identificables por sus vestimentas y
accesorios), árabes con turbantes y otros con gorras de la NBA, africanos de
mayor y menor mestizaje, franceses de la nueva y la vieja escuela, magrebís y turistas
de todo el mundo. Todo lo construido de cara al Sena es imponente generando un
paisaje con grandeza e historia y entre ellas destaca “La Catedral de Notre
Dame”, manteniendo siempre visible y presente el estilo gótico en su máxima
potencia, finura y misticismo perfectamente sincronizados. Recorrerla en hora
punta no es aconsejable, el caudal turístico es constante y algo agobiante en su
interior. El aperitivo por excelencia es el “Kir”(vino blanco con finos licores
frutales) a casi cinco euros la copa conviene disfrutarlo con intensidad en un
lugar bien afrancesado, léase, en una terraza con mesas diminutas en línea, una
al lado de la otra y todas sus sillas de cara a la calle, incluso hay quienes
arman un desnivel para incorporar una segunda línea con la misma disposición, como
si de una obra de teatro se tratase. A su vez, los personajes tan diferentes
codeándose o ignorándose son escenas sumamente graciosas. Cruzando el río está
el barrio latino, lo que no quiere decir que los comercios lo sean, aquí la
oferta gastronómica es constante, conviene recorrer, recordar y comparar, en
esta zona los mejores puestos suelen ser menos llamativos. Siguiendo el camino
del “Sena” llegamos al “Jardin du Luxembourg”, un parque perfectamente
ambientado y decorado con su palacio central, en cuya fuente se acostumbra
llevar unos barquitos a vela que adornan su típica postal. Sentarse en el borde
para ver las carreras te expone a recibir algún palazo de los nenes (y no tan
nenes) que van en busca de sus barcos encallados a tus pies. El jardín dispone
también de un anfiteatro abierto para conciertos gratuitos (una constante en
las calles parisinas) escuchamos una banda africana con trío de negras y
batucada que ambientaba alegremente una competición entre aerógrafos. Apreciamos
las diferentes técnicas de estos artistas trabajando al compás del “ritmo
negro” y salimos bailoteando. El enrejado que delimita el parque albergaba una
exposición fotográfica con la temática “Nómadas”, mostrando valores y
costumbres de nativos de Mongolia, Gobi, Tíbet, Siberia, China y Nigeria. Para
rematar el día nos encontramos con una amiga de Suni y su pareja, el clon de D’Artagnan,
la idea de hablar en francés con franceses en un bar francés era ya una
realidad.
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Notre Damme |
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Entrada al Jardín de Luxemburgo |
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Competición de aerógrafos |
Mientras Suni y Caro ultimaban detalles para la presentación de la
ONU (motivo generador de este viaje) Zoe y su caballo (o sea yo) llegamos al
cementerio del “Père Lachaise” para visitar la tumba de Jim Morrison. Esta
necrópolis es enorme y el mapa poco claro, llegamos acompañados de algunas
chicas rendidas al encanto de Zoe, la tumba es discreta, con arreglos florales
y ofrendas diseminadas, su epitafio dice en griego: “Kata ton daimona eaytoy”
(cada cual es dueño de sus propios demonios). Me fui rumbo al parque “Belleville”,
mi deleite fueron las flores multicolores, con degradados de toda la paleta
presente. Sus decorados caminos me llevaron a “La Maison de l´air” pero
estaba cerrada, recorrí su balconada abierta a Paris desde lo alto del parque, postal
teñida de niebla y grises que apenas revelaba una difusa “Torre Eiffel”, en
definitiva es la postal más fiel y cotidiana. A las 5am del día siguiente Suni
estaba lista para rendir aquel examen, volvería a casa pasadas las 17hs, Caro
trabajaba y yo a pasear, como debe ser. Caminando por una amplia explanada, el
resto de peatones y yo, tuvimos que agacharnos para esquivar una bandada de
palomas camicaces y desafiantes que volaban a la altura de nuestros hombros. En
eso veo la boca del metro y me metí sin rumbo fijo a observar parisinos, a los
trabajadores de todos los días que aprovechan para leer antes de “matar sus
tiempos” y los que duermen plácidamente sus minutos exactos para despertar
justo antes de llegar a sus paradas, ¿Cómo lo hacen?¿será la rutina no? De
repente, entre las piernas de un hombre parado que leía el diario con asombrosa
destreza y equilibrio, se acerca una paloma, ¿se mueven en metro las muy
chulas? ahí nomás me levanté asustado. Emergí cerca del Louvre pero me reservé
esa visita para hacerla en compañía. Entonces paseamos por sus plazas lindantes,
rodeadas de palacios y verdes jardines cuidadosamente decorados de estatuas
desnudas, arreglos florales y un arco bebe donde los estudiantes alimentan bandadas
de pajaritos. El paseo interminable se comunica con la mítica “Champs Elysées”,
una concurrida avenida de “alto standing” que desemboca en el “Arc de
Triomphe”, un coloso que le sirve de núcleo a una rotonda bestial de al menos
ocho carriles y ocho salidas, un verdadero desafío para los conductores que
sobreviven día tras día a su inevitable caos. Bajamos al metro en “Châtelet”,
la parada más grande y superpoblada de Paris. Con cuidado de no cruzarnos con
la paloma misteriosa, recorrimos sus pasillos y escaleras espolvoreados de
músicos y artistas independientes, sin duda un rincón subterráneo digno de
recomendar como visita turística. Llegué a casa con pasteles árabes para
recibir a Suni y tomar el té todos juntos, con el examen terminado podíamos
concentrarnos en disfrutar de París al máximo.
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Tumba de Jim Morrison |
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Parque Belleville |
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Vista desde Belleville |
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Paseo a las afueras del Louvre |
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Champs Elysees |
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Arco del Triunfo y rotonda bestial |
Caminar hacia “Montmartre” es retroceder en el tiempo para
recorrer la cuna del impresionismo y la bohemia parisina, donde supieron vivir
y crear Dalí, Picasso, Van Gogh y Edith Piaf entre muchos otros. El barrio se
desarrolla a lo largo de una colina coronada con la basílica del “Sacré Coeur”,
las vistas desde el punto más alto de Paris son necesarias para el turista. Recorrimos
las plazoletas centrales rebosantes de artistas contemporáneos de todos los
formatos mientras degustamos el clásico “crêpe” de mantequilla y azúcar.
Llegamos a la parte baja del barrio, zona de cabarets y sexshops donde se encuentra
“Le Moulin Rouge” entre oferta y museos de sexo. Siempre en bajada se llega
hasta la “Opéra”, que ilumina un barrio clásico y burgués con sus bordillos y
ángeles de oro en el tejado. Llegamos a “Trocadero” que lejos de ser un barrio
porteño, es el parque que sirve de antesala y mirador de la “Torre Eiffel”, bajo
sus “cuatro patas” abundan los shows callejeros, los bailarines y los souvenirs
de “mini-torres”, los precios por subir cada piso nos parecieron
desproporcionados, un cliché por el que preferimos no pagar. A solo unas calles
está el “Musée du Quai Branly”, un sorprendente museo de culturas indígenas de
Asia, Oceanía, África y América. Entre las que destaco las esculturas y
utensilios de Nueva guinea , las pinturas de Australia y los enormes Tótems de
Canadá.
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Sacré Coeur |
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Crêpes en Montmartre |
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Plaza de artistas contemporáneos |
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Moulin Rouge |
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La ópera |
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Musée du Quai Branly |
Muriel y “el mosquetero”, nos invitaron a comer la “raclette”, comida
francesa de montaña que consta de charcutería variada y de un delicioso queso
que se funde en bandejitas individuales para luego derramarse sobre patatas
hervidas, así de fácil se hace este plato que alimenta y contenta. Hecha la
digestión y la sobremesa fuimos al “Bois de Vincennes”, uno de los dos pulmones
de París. Recorrimos su lago central en bote, remamos en compañía de cisnes y
patos bordeando sus islas internas con sus balconadas y columnas griegas. En
esta espacio verde se encuentra, irónicamente, un parque de atracciones de
dimensiones considerables. Lo recorríamos sin intención de probarlos, pero
aquel mástil que aguardaba erguido a comenzar sus giros salvajes me llamó la
atención. Desde ahí pudimos apreciar con Caro, la única compañera que pude
reclutar, una panorámica aérea de la densa arbolada que nos rodeaba, a
continuación los giros correspondientes. Entrada la nochecita nos fuimos al
barrio chino donde, aunque abundan los restaurantes, es bastante difícil
encontrar sitio para seis mas bebé. La calle “Obercampf” es una ruta de
ambiente nocturno que revela como se cumple la ley antitabaco a rajatabla, destinando
a las inclemencias del clima parisino a los humeantes que pueblan las aceras.
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En bote por "Bois de Vincennes" |
París es, en cuanto a distribución urbana, un caracol de 20
distritos numerados crecientemente desde el interior cruzados transversalmente
por el río Sena. Cada distrito tiene su peculiaridad y personalidad, entre el 3
y el 4 ”Le Marais”, representa el museo urbano, el detalle, la sutileza, la
extravagancia, el diseño y la originalidad de cada vidriera, exposiciones de
particulares especialidades, exquisiteces pasteleras y “gourmets”. Aquí y solo
aquí ocurre el fenómeno de admirar “cookies” o simples botones, con la misma
intensidad y esmero que a una obra de Dalí. Hasta una tienda de Tés te atrapa,
con sus aromas y fragancias de todo el mundo, y solo aquí pueden exponer una
bombilla de mate a 30€. Encontraremos también la “Place des Vosges” donde solo
hay galerías de arte, entre las cuales no se puede encontrar en ninguna de
ellas una sola pieza que no sea de máxima calidad y originalidad, la
inspiración en este lugar es inevitable e incesante. Este es simplemente un
recorrido imperdible para palpar de cerca la mundialmente famosa “categoría
francesa”. En la peatonal frente a “casa” habían aparcado una casa rodante, unos
tablones y unas tiendecitas. Esto era el escenario y las gradas de un concierto
callejero, “Lavach” una banda parisina compuesta por violín eléctrico,
acordeón, trombón y batería orquestaba una música fusión de estilo ferial con
influencias celtas, tangueras y jazzeras.
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Place des vosges |
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Concierto callejero "Lavach" |
Nuestro último día lo encaramos para variar, caminando. Primero
por “Buttes Chaumont” otro pulmón parisino. La gente viene aquí a realizar todo
tipo de actividades y ejercicios, artes marciales, danzas, fitness, juegos de
mesa, remontar barriletes, etc... Una laguna con un risco adornado en su
vértice con un romántico mirador es la postal que encontraremos en su interior.
Seguimos hasta la “Cité des Sciences”, un enorme complejo que atraviesa el
“Canal de L´Ourcq”, recorrimos sus tiendas y entramos a la “Géode”, una esfera
gigante donde se proyectaba una película de dinosaurios en 360º. Comimos en una
terraza al borde del canal bajo un solcito cariñoso, a nuestros pies entraban y
salían los kayaks de alquiler. Para el final quedó el “Musée du Louvre”, una
construcción impactante que en su fachada fusiona a la perfección, los antiguos
palacios reales con las pirámides de cristal, alineadas con entradas y cúpulas
dominantes. En su interior se encuentran innumerables patrimonios de la humanidad,
de hecho si uno dedicara sólo 3 segundos a cada elemento las 24hs del día, se
necesitarían 3 meses para recorrerlo entero. Por esta razón había que seleccionar
de antemano lo que íbamos a ver, elegimos Egipto, un poco de Grecia y Oriente. Al
salir y llegar hasta los amplios jardines la Torre Eiffel se iluminó con miles
de lucecitas parpadeantes, ese fue el momento final que Paris guardaba para
nosotros.
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Cité des Sciences |
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La Géode |
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Comiendo en el Canal de L`ourcq |
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Musée du Louvre |
Sin duda es una capital que hace valer a cada rato su
merecida fama pero el romance no nace en el cliché de las parejas “glamurosas”,
se respira y se recibe de la misma urbe, multicultural, cosmopolita,
efervescente, viva, atrevida y bohemia, nos empapa en emociones sutiles. Como
la sensación de ser el protagonista de la obra que los abonados a las
terrazas-plateas han venido a ver, una de las costumbres más arraigadas del
parisino es observar a la gente pasar, otra es caminar con la baguette en la
mano y comprar “croissants” (medialunas) para desayunar. Cualquiera sea el
pretexto, si existe la posibilidad, no se lo piensen dos veces y visiten Paris, la ciudad museo.
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