18 feb 2012

2010, PARIS, LA CIUDAD MUSEO

           Avistamos nuestra maleta en la cinta transportadora, viene uno, la carga en su carro y se dispone a salir con ella. A todo esto yo ya había soltado la mochila, el carro, la beba y había dado la vuelta a la cinta de una corrida que me dejó agarrándole el brazo antes de que me diera cuenta. ”…que es que tu feee!!! messiieeeee!! sse ma baliii, se a mua!!” De entrada nomás ya estaba aplicando mi mejor francés con acento de italiano cabreado. El otro retruca en seguida: “…Se a mua, se a mua, she la cle… (dice que es suya y que tiene la llave) Se lo ve muy convencido mientras me muestra las llavecitas, lo libero de mala gana y dejo la valija en el suelo confirmando que es la nuestra, pero este muestra el precinto correspondiente a esos números y letras, un momento de confusión nos aborda hasta que llega Suni diciendo: “claro que coincide si es el código del vuelo, no de la valija, pero que es la nuestra y punto.” Sin más vueltas cerramos valija, cargamos y salimos ante la atenta mirada de algunos curiosos. Nos alojó Carolina, parisina de pura cepa, amante de su ciudad y profesora de español. Su piso era un quinto sin ascensor, como en casa para no perder la costumbre. Veníamos armados desde alicante con dos buenos tacos de jamón, chorizos y si señores, un pollo alicantí listo para comer con jugo y todo, bien envuelto y perfumando la maleta. Imagináte la cara del ”messié” aquel si se la llevaba, se ponía las botas en la cena el “zortúo”.


Pont Neuf, Río Senna
Un domingo soleado en Paris no es poca cosa, la caminata de bienvenida estaba servida. Estamos en la avenida principal de un barrio árabe-judío en el que, según me dicen, conviven en perfecta armonía, revelando al verdadero observador lo parecidas que son estas sociedades realmente. Llegamos al “Río Sena” cruzándonos rabinos de todos los rangos (identificables por sus vestimentas y accesorios), árabes con turbantes y otros con gorras de la NBA, africanos de mayor y menor mestizaje, franceses de la nueva y la vieja escuela, magrebís y turistas de todo el mundo. Todo lo construido de cara al Sena es imponente generando un paisaje con grandeza e historia y entre ellas destaca “La Catedral de Notre Dame”, manteniendo siempre visible y presente el estilo gótico en su máxima potencia, finura y misticismo perfectamente sincronizados. Recorrerla en hora punta no es aconsejable, el caudal turístico es constante y algo agobiante en su interior. El aperitivo por excelencia es el “Kir”(vino blanco con finos licores frutales) a casi cinco euros la copa conviene disfrutarlo con intensidad en un lugar bien afrancesado, léase, en una terraza con mesas diminutas en línea, una al lado de la otra y todas sus sillas de cara a la calle, incluso hay quienes arman un desnivel para incorporar una segunda línea con la misma disposición, como si de una obra de teatro se tratase. A su vez, los personajes tan diferentes codeándose o ignorándose son escenas sumamente graciosas. Cruzando el río está el barrio latino, lo que no quiere decir que los comercios lo sean, aquí la oferta gastronómica es constante, conviene recorrer, recordar y comparar, en esta zona los mejores puestos suelen ser menos llamativos. Siguiendo el camino del “Sena” llegamos al “Jardin du Luxembourg”, un parque perfectamente ambientado y decorado con su palacio central, en cuya fuente se acostumbra llevar unos barquitos a vela que adornan su típica postal. Sentarse en el borde para ver las carreras te expone a recibir algún palazo de los nenes (y no tan nenes) que van en busca de sus barcos encallados a tus pies. El jardín dispone también de un anfiteatro abierto para conciertos gratuitos (una constante en las calles parisinas) escuchamos una banda africana con trío de negras y batucada que ambientaba alegremente una competición entre aerógrafos. Apreciamos las diferentes técnicas de estos artistas trabajando al compás del “ritmo negro” y salimos bailoteando. El enrejado que delimita el parque albergaba una exposición fotográfica con la temática “Nómadas”, mostrando valores y costumbres de nativos de Mongolia, Gobi, Tíbet, Siberia, China y Nigeria. Para rematar el día nos encontramos con una amiga de Suni y su pareja, el clon de D’Artagnan, la idea de hablar en francés con franceses en un bar francés era ya una realidad.

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Notre Damme      


Entrada al Jardín de Luxemburgo
Competición de aerógrafos


Mientras Suni y Caro ultimaban detalles para la presentación de la ONU (motivo generador de este viaje) Zoe y su caballo (o sea yo) llegamos al cementerio del “Père Lachaise” para visitar la tumba de Jim Morrison. Esta necrópolis es enorme y el mapa poco claro, llegamos acompañados de algunas chicas rendidas al encanto de Zoe, la tumba es discreta, con arreglos florales y ofrendas diseminadas, su epitafio dice en griego: “Kata ton daimona eaytoy” (cada cual es dueño de sus propios demonios). Me fui rumbo al parque “Belleville”, mi deleite fueron las flores multicolores, con degradados de toda la paleta presente. Sus decorados caminos me llevaron a “La Maison de l´air” pero estaba cerrada, recorrí su balconada abierta a Paris desde lo alto del parque, postal teñida de niebla y grises que apenas revelaba una difusa “Torre Eiffel”, en definitiva es la postal más fiel y cotidiana. A las 5am del día siguiente Suni estaba lista para rendir aquel examen, volvería a casa pasadas las 17hs, Caro trabajaba y yo a pasear, como debe ser. Caminando por una amplia explanada, el resto de peatones y yo, tuvimos que agacharnos para esquivar una bandada de palomas camicaces y desafiantes que volaban a la altura de nuestros hombros. En eso veo la boca del metro y me metí sin rumbo fijo a observar parisinos, a los trabajadores de todos los días que aprovechan para leer antes de “matar sus tiempos” y los que duermen plácidamente sus minutos exactos para despertar justo antes de llegar a sus paradas, ¿Cómo lo hacen?¿será la rutina no? De repente, entre las piernas de un hombre parado que leía el diario con asombrosa destreza y equilibrio, se acerca una paloma, ¿se mueven en metro las muy chulas? ahí nomás me levanté asustado. Emergí cerca del Louvre pero me reservé esa visita para hacerla en compañía. Entonces paseamos por sus plazas lindantes, rodeadas de palacios y verdes jardines cuidadosamente decorados de estatuas desnudas, arreglos florales y un arco bebe donde los estudiantes alimentan bandadas de pajaritos. El paseo interminable se comunica con la mítica “Champs Elysées”, una concurrida avenida de “alto standing” que desemboca en el “Arc de Triomphe”, un coloso que le sirve de núcleo a una rotonda bestial de al menos ocho carriles y ocho salidas, un verdadero desafío para los conductores que sobreviven día tras día a su inevitable caos. Bajamos al metro en “Châtelet”, la parada más grande y superpoblada de Paris. Con cuidado de no cruzarnos con la paloma misteriosa, recorrimos sus pasillos y escaleras espolvoreados de músicos y artistas independientes, sin duda un rincón subterráneo digno de recomendar como visita turística. Llegué a casa con pasteles árabes para recibir a Suni y tomar el té todos juntos, con el examen terminado podíamos concentrarnos en disfrutar de París al máximo.

Tumba de Jim Morrison

Parc de Belleville, Paris.
Parque Belleville
Vista desde Belleville
Paseo a las afueras del Louvre

Champs Elysees
el arco del triunfo paris Símbolos de París: el Arco del Triunfo
Arco del Triunfo y rotonda bestial
             Caminar hacia “Montmartre” es retroceder en el tiempo para recorrer la cuna del impresionismo y la bohemia parisina, donde supieron vivir y crear Dalí, Picasso, Van Gogh y Edith Piaf entre muchos otros. El barrio se desarrolla a lo largo de una colina coronada con la basílica del “Sacré Coeur”, las vistas desde el punto más alto de Paris son necesarias para el turista. Recorrimos las plazoletas centrales rebosantes de artistas contemporáneos de todos los formatos mientras degustamos el clásico “crêpe” de mantequilla y azúcar. Llegamos a la parte baja del barrio, zona de cabarets y sexshops donde se encuentra “Le Moulin Rouge” entre oferta y museos de sexo. Siempre en bajada se llega hasta la “Opéra”, que ilumina un barrio clásico y burgués con sus bordillos y ángeles de oro en el tejado. Llegamos a “Trocadero” que lejos de ser un barrio porteño, es el parque que sirve de antesala y mirador de la “Torre Eiffel”, bajo sus “cuatro patas” abundan los shows callejeros, los bailarines y los souvenirs de “mini-torres”, los precios por subir cada piso nos parecieron desproporcionados, un cliché por el que preferimos no pagar. A solo unas calles está el “Musée du Quai Branly”, un sorprendente museo de culturas indígenas de Asia, Oceanía, África y América. Entre las que destaco las esculturas y utensilios de Nueva guinea , las pinturas de Australia y los enormes Tótems de Canadá.

Sacré Coeur
Crêpes en Montmartre


Plaza de artistas contemporáneos
Moulin Rouge
La ópera
 

                                                          

Musée du Quai Branly
              Muriel y “el mosquetero”, nos invitaron a comer la “raclette”, comida francesa de montaña que consta de charcutería variada y de un delicioso queso que se funde en bandejitas individuales para luego derramarse sobre patatas hervidas, así de fácil se hace este plato que alimenta y contenta. Hecha la digestión y la sobremesa fuimos al “Bois de Vincennes”, uno de los dos pulmones de París. Recorrimos su lago central en bote, remamos en compañía de cisnes y patos bordeando sus islas internas con sus balconadas y columnas griegas. En esta espacio verde se encuentra, irónicamente, un parque de atracciones de dimensiones considerables. Lo recorríamos sin intención de probarlos, pero aquel mástil que aguardaba erguido a comenzar sus giros salvajes me llamó la atención. Desde ahí pudimos apreciar con Caro, la única compañera que pude reclutar, una panorámica aérea de la densa arbolada que nos rodeaba, a continuación los giros correspondientes. Entrada la nochecita nos fuimos al barrio chino donde, aunque abundan los restaurantes, es bastante difícil encontrar sitio para seis mas bebé. La calle “Obercampf” es una ruta de ambiente nocturno que revela como se cumple la ley antitabaco a rajatabla, destinando a las inclemencias del clima parisino a los humeantes que pueblan las aceras.

En bote por "Bois de Vincennes"

          París es, en cuanto a distribución urbana, un caracol de 20 distritos numerados crecientemente desde el interior cruzados transversalmente por el río Sena. Cada distrito tiene su peculiaridad y personalidad, entre el 3 y el 4 ”Le Marais”, representa el museo urbano, el detalle, la sutileza, la extravagancia, el diseño y la originalidad de cada vidriera, exposiciones de particulares especialidades, exquisiteces pasteleras y “gourmets”. Aquí y solo aquí ocurre el fenómeno de admirar “cookies” o simples botones, con la misma intensidad y esmero que a una obra de Dalí. Hasta una tienda de Tés te atrapa, con sus aromas y fragancias de todo el mundo, y solo aquí pueden exponer una bombilla de mate a 30€. Encontraremos también la “Place des Vosges” donde solo hay galerías de arte, entre las cuales no se puede encontrar en ninguna de ellas una sola pieza que no sea de máxima calidad y originalidad, la inspiración en este lugar es inevitable e incesante. Este es simplemente un recorrido imperdible para palpar de cerca la mundialmente famosa “categoría francesa”. En la peatonal frente a “casa” habían aparcado una casa rodante, unos tablones y unas tiendecitas. Esto era el escenario y las gradas de un concierto callejero, “Lavach” una banda parisina compuesta por violín eléctrico, acordeón, trombón y batería orquestaba una música fusión de estilo ferial con influencias celtas, tangueras y jazzeras. 


   


Place des vosges
Concierto callejero "Lavach"


Nuestro último día lo encaramos para variar, caminando. Primero por “Buttes Chaumont” otro pulmón parisino. La gente viene aquí a realizar todo tipo de actividades y ejercicios, artes marciales, danzas, fitness, juegos de mesa, remontar barriletes, etc... Una laguna con un risco adornado en su vértice con un romántico mirador es la postal que encontraremos en su interior. Seguimos hasta la “Cité des Sciences”, un enorme complejo que atraviesa el “Canal de L´Ourcq”, recorrimos sus tiendas y entramos a la “Géode”, una esfera gigante donde se proyectaba una película de dinosaurios en 360º. Comimos en una terraza al borde del canal bajo un solcito cariñoso, a nuestros pies entraban y salían los kayaks de alquiler. Para el final quedó el “Musée du Louvre”, una construcción impactante que en su fachada fusiona a la perfección, los antiguos palacios reales con las pirámides de cristal, alineadas con entradas y cúpulas dominantes. En su interior se encuentran innumerables patrimonios de la humanidad, de hecho si uno dedicara sólo 3 segundos a cada elemento las 24hs del día, se necesitarían 3 meses para recorrerlo entero. Por esta razón había que seleccionar de antemano lo que íbamos a ver, elegimos Egipto, un poco de Grecia y Oriente. Al salir y llegar hasta los amplios jardines la Torre Eiffel se iluminó con miles de lucecitas parpadeantes, ese fue el momento final que Paris guardaba para nosotros. 

 

Cité des Sciences

La Géode
Comiendo en el Canal de L`ourcq
Musée du Louvre


Sin duda es una capital que hace valer a cada rato su merecida fama pero el romance no nace en el cliché de las parejas “glamurosas”, se respira y se recibe de la misma urbe, multicultural, cosmopolita, efervescente, viva, atrevida y bohemia, nos empapa en emociones sutiles. Como la sensación de ser el protagonista de la obra que los abonados a las terrazas-plateas han venido a ver, una de las costumbres más arraigadas del parisino es observar a la gente pasar, otra es caminar con la baguette en la mano y comprar “croissants” (medialunas) para desayunar. Cualquiera sea el pretexto, si existe la posibilidad, no se lo piensen dos veces y visiten Paris, la ciudad museo. 






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